Hace más de 10 años que venimos hablando de la necesidad de una reforma tributaria en la tasa comercial.

Vemos en esa tasa no solo una herramienta para castigar al comercio elevando la presión tributaria a topes increíbles, que ubican a la ciudad entre las más caras del país en materia fiscal. También se ha convertido, en su implementación, en una expresión de grave inequidad.

En su sistema de alícuotas, la tasa comercial impone una diferenciación entre quienes más facturan. En un principio lo hizo en base a una proyección coherente, pero en la medida en que se fue modificando y asignando al valor mínimo un papel excluyente, las consecuencias no pudieron ser peores: se transfirieron las cargas a pocos, desvirtuando el equilibrio de la escena de muchos contribuyentes para menos carga y de menos a más en la medida que más mercado tenía el mismo, al punto que hoy “el mínimo” representa casi el 80% de la base de la tasa comercial.

Este “mínimo” alienta el empleo no registrado y la no declaración de ventas.

Cuando a fines del 2015 se analizó la tasa comercial, sin tener una idea seria de la inflación que tendríamos en el año 2016, nuestra Municipalidad recorto los márgenes de las alícuotas en un 25% a 30%, entrando así en un camino irreal, netamente recaudador, sin impórtales la vida de sus victimas.

Conocido por todos que la inflación del corriente año finalizaría alrededor del 40% e intentado recuperar terreno perdido en las decisiones anteriores, el CCISC planteó al ejecutivo municipal un corrimiento de los niveles de facturación que poseen las alícuotas en un 60%.

En el diálogo con el Secretario de Hacienda, quedó finalmente planteado en un 35% a 40%,con el compromiso de que ningún comercio local pasaría de una alícuota a otra, dado que, independientemente de la mayor facturación por inflación, la pérdida de ventas durante todo el año ha sido más que notoria.

A pesar de pedidos formales de audiencia desde el CCISC con el Concejo Deliberante, para tratar esta situación, no solo no hemos sido recibidos en ningún momento, sino que votaron tan solo un 25% del traslado de los límites de la facturación, con lo cual una parte importante de los que sí facturan y de los que sí aportan tendrán mayor presión fiscal al finalizar este año.

En cuanto a los pagos mínimos, es una “caja negra”, que descompensa del todo a un enfermo que viene en terapia desde hace un tiempo prolongado, y ese enfermo es nuestra economía, en donde la producción primaria no hace pie, la industria no aparece y el comercio, que es el mayor contribuyente de Concordia, tiende a desaparecer, no sólo por las políticas nacionales y provinciales, sino también por la ausencia de políticas locales que propongan menos ilegalidad, menos informalidad, precariedad y pérdidas de fuentes laborales.

Aún así esperamos con optimismo que el 2017 sea el año en que, por primera vez, entre sectores bien representativos de nuestra comunidad nos sentemos a reformar el tributo comercial, para que los comercios subsistan y no terminen desmoronándose del todo.

COMISION DIRECTIVA
CCISC